“Sedimentos celestes” (2020), para trío de voces masculinas (Ensamble de la Abadesa)

“Sedimentos celestes” (2020), para trío de voces masculinas (Ensamble de la Abadesa)

Sedimentos celestes (2020), para trío de voces masculinas.
Compositor: Héctor Cavallaro

fragmentos de textos de Friedrich Nietzsche, Pier Paolo Pasolini, Merleau-Ponty y Octavio Paz.

Intérpretes: Ensamble de la Abadesa de Madrid.
Ángel Chirinos, contratenor.
José Antonio Martínez García, tenor.
Manuel Jiménez Roldán, barítono.

Grabación: Universidad Complutense de Madrid, diciembre 2020.
Ing. de sonido: Pablo Espiga Méndez.
Laboratorio Sonoro SonolabUCM. Coordinador: Marco Antonio Juan de Dios Cuartas

 

Las ideas se asemejan a las constelaciones celestes, tal es la proposición de Walter Benjamin[1]. Es decir, que las ideas no estarían hechas precisamente de la misma materia que la del fenómeno que describen. Más bien, las ideas se relacionan a las cosas – a los fenómenos, a la materia, etc. – en la manera en la que las constelaciones se relacionan a las estrellas, a los astros; circunscribiendo sus coordenadas de forma más o menos ordenada. Así, pues, las ideas dirigen su reflejo hacia las materias que circundan – y más precisamente, en el ámbito de la estética, hacia ciertos “materiales”. Se precisa entonces hacer una distinción entre el concepto de material, propio al arte, y el de materia, más genérico. Lo que distingue un material de una simple materia, explica David Lapoujade, es el hecho que, a diferencia de la materia, el material “está animado por fuerzas, por dinamismos internos que hacen de él una realidad viviente, casi física.”[2] El material es en este sentido más que una materia. De cierta manera el material es, como concluye Lapoujade, “una materia que se ha vuelto espíritu”[3] – entendiendo l’esprit en francés como el término que logra reunir a la vez la mente (pensamiento) y el espíritu (alma) propiamente dicho. Quizás más importante aún es el hecho que l’esprit se aloja en el material a través de los procesos históricos que atraviesan a este último. Teniendo esto en cuenta, la definición más concisa de lo que representa el material para la música y la estética es quizás aquella propuesta por Theodor W. Adorno: el material en arte sería, esencialmente, “espíritu sedimentado” – le matériau c’est de l’esprit sédimenté[4]. En este sentido la historia de la estética funciona por sedimentación, por medio de la acumulación de capas de expresión sensibles.

“Sedimentos celestes” es una pieza para trío de voces masculinas en la que flotan diversos materiales, en el sentido descrito anteriormente, a la manera de una constelación. La elección de los textos viene a reforzar y dotar de cierta profundidad el contenido de estos materiales y el sentido de su organización a modo de constelación. Del Nietzsche de los aforismos emerge la cuestión del “fuego” que es el hombre, minúsculo frente a los astros – cuerpos celestes – pero infinitamente más grande en su mundo interno, en sus “tinieblas”. De Merleau Ponty, citado por Sartre en un prólogo a Carlo Levi, surge la idea de que nuestros cuerpos humanos están atrapados en el mundo, pero que, a la vez, dialécticamente si se quiere, “el mundo está hecho de nuestro cuerpo”. Ese mismo cuerpo adquiere una fuerza teológica – como historia religiosa sedimentada – desde la poesía de Pasolini: mientras que “hombres y mujeres […] están ahí, en el sol” – resonando de cierto modo con el fuego nietzscheano – el mundo es, nuevamente, nuestro “cuerpo insepulto”, a la manera de Merleau Ponty, entonces. Pasolini hace así referencia a Cristo como materia de una especie de metafísica católica en la cual el cuerpo de éste contiene todo: el mundo físico (el cuerpo humano de Cristo) y el mundo más allá de lo físico (metafísico) presente en sus heridas que testimonian de un “más allá”; por esto tal vez es que “Cristo se disputa dentro de su cuerpo”. Finalmente, desde los aforismos de Octavio Paz se cristaliza una poesía tan incandescente como el fuego nietzscheano en su relación a los astros y a los elementos primarios – el Sol, la luz, el fuego y el agua, etc. – pero que se deposita esta vez en hermosos objetos miniatura, locales (con fuerte referencia a la cosmogonía indígena mexicana). Así pues, en Octavio Paz, el cuarzo y la piedra contienen tanto los sedimentos de astros celestes – el tiempo, el agua, el fuego – como, en la misma medida, la tragedia de la historia humana: la piedra, la sangre, la sangre, la sangre…

[1] Walter BENJAMIN, The Origin of German Tragic Drama, traducción por J. Osborne. Verso 1998, p. 34.

[2] Cita original: « […] ce qui distingue le matériau d’une simple matière, c’est qu’il est animé de forces, de dynamismes internes qui en font une réalité vivante quasi psychique. » en David LAPOUJADE, Les existences moindres, Les Éditions de Minuit 2017, p. 45.

[3] Cita original: « Le matériau, c’est la matière qui devient esprit. », ibidem.

[4] Theodor W. ADORNO, Philosophie de la Nouvelle Musique, Gallimard, 1979, p. 45.